martes, 13 de octubre de 2009

Nuestras contradicciones habituales

Quiero empezar este post agradeciendo públicamente a 250 amigos anónimos por haber completado la encuesta que lanzamos el pasado verano. Se trataba de una encuesta un poco larga (bueno, realmente larga, la verdad) con más de 50 preguntas, por lo que tenía un mérito especial llegar hasta el final. Nos hizo mucha ilusión el éxito conseguido, que superó todas nuestras expectativas. Algunas personas se explayaron especialmente en algunas de las respuestas, lo que merece un agradecimiento extra. Estas respuestas nos han permitido conocer con más detalle la forma de pensar de algunas personas, sus gustos, sus inquietudes y sus preocupaciones, y eso nos parece muy interesante. Ya habréis descubierto, por los anteriores post, que nos gusta mucho compartir y debatir sobre nuestra manera de ver y entender el mundo, por lo que vuestro punto de vista es muy importante para nosotros.

En este sentido, y dado que la encuesta era totalmente anónima, me voy a permitir comentar algunos puntos de vista de una encuestada en particular. Y me gustaría hacerlo porque los he encontrado especialmente interesantes y muy representativos de una forma que creo bastante habitual de ver el mundo. Dicho sea de paso que estos comentarios los realizo desde todo el cariño y agradecimiento a la encuestada en cuestión, y que para nada son una crítica a su punto de vista, sino una manera de compartir con todos estas reflexiones.

Pero vayamos al grano: a la pregunta de ¿Qué otros aspectos valoras a la hora de comprar un producto? la respuesta es:

“Que sea sostenible. Si viene de otros países que no compita y afecte el mercado local. ¿Por qué comprar miel que va a viajar miles de kilómetros dejando una gran huella ecológica (emisiones CO2) cuando la miel de aquí es buena? Esa es una pregunta importante para mí que aplico con los espárragos, etc, etc.”

Os podéis imaginar que este punto de vista es importantísimo para el proyecto Bee Honey, basado en la comercialización de mieles de Comercio Justo y, por tanto, procedente en muchos casos de países muy lejanos. Y me ha hecho reflexionar: ¿hasta qué extremo deben llevarse los principios básicos de la sostenibilidad? Si pensamos que existe la oportunidad de comercializar en Occidente un producto procedente de países en vías de desarrollo, ¿debemos abandonar la idea si su transporte puede tener un impacto ambiental negativo? ¿Y el impacto positivo en las economías locales de las comunidades productoras que perderemos si no lo llevamos adelante?

No creo que estas respuestas sean fáciles. Al darles unas vueltas a estas preguntas me ha venido a la cabeza un viaje a la India en el que descubrí la existencia de una religión (si una religión existe, seguro que la practican en la India) llamada Jainismo. Los jainitas son personas extremadamente respetuosas con los animales. Este respeto les lleva a prácticas que para nosotros resultan curiosas, como llevar la boca y nariz tapadas con un pañuelo para evitar tragarse algún insecto y matarlo, no viajar en vehículos a motor para evitar que los animales puedan estamparse contra el parabrisas o, en algunos casos extremos, barrer con una escoba el camino por el que van caminando para evitar pisar a algún animalillo. Desde mi punto de vista, estas medidas de respeto a los animales son extremadas, pero la primera conclusión a la que llego, teniendo en cuenta que en la India hay millones de jainitas, es que cada uno fija el extremo al que quiere extender las prácticas basadas en sus convicciones personales. No hay un límite adecuado más que el que nos dicte nuestra conciencia.

Desde mi punto de vista, la oportunidad ofrecida a personas de escasos recursos a través del Comercio Justo, está por encima del impacto negativo que el transporte de estos bienes puede ocasionar. Pero esto no es más que una opinión personal.

Indagando sobre este tema por internet, he descubierto un montón de webs interesantes que ayudan a calcular la huella ecológica de la vida que llevamos y de las acciones que emprendemos, para después proponer medidas compensatorias que nos permitan tener un impacto nulo sobre el medio ambiente. Sería como estropear primero y reparar después. Obviamente, es mejor no estropear nada, pero si queremos aprovechar la oportunidad de desarrollo de algunas personas y tenemos que estropear un poco el planeta, siempre podemos arreglarlo después y dejarlo como estaba :-).


Os paso algunas de estas webs en las que podéis calcular vuestra propia huella ecológica:

http://www.myfootprint.org/es/about_the_quiz/what_it_measures/
http://www.erasecarbonfootprint.com/
http://www.carbonfootprint.com/calculator.aspx

Estas reflexiones nos vienen muy bien, porque si no las hacemos, todos corremos el riesgo de caer en algunas contradicciones. Siguiendo con las respuestas de la misma encuestada, resulta que a la pregunta de ¿Qué países que has visitado te han gustado más? la respuesta era: “India, Tailandia, Sudáfrica”, y a la pregunta de ¿Qué viaje te gustaría hacer alguna vez? la respuesta era: “Australia”. Ahora ya podemos calcular la huella ecológica de nuestras vacaciones de verano :-).

¿Cómo lo veis? ¿Es necesario priorizar siempre la sostenibilidad del medio ambiente? ¿Creéis que tienen sentido las medidas compensatorias? Nos importa mucho vuestra opinión.

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