martes, 8 de septiembre de 2009

Milmieles

Cuando era pequeña odiaba la miel. Esa jarra de barro cocido, con su recorte de tela a cuadros para taparla, siempre ahí, en el armario rinconero de la cocina. Tengo el recuerdo de mi padre intentándonos convencer a mis hermanas y a mí para que tomáramos algo de esa cosa viscosa, pegajosa y extremadamente dulce...era difícil contentarle. Yo nunca he tomado quina, pero estoy segura de que lo que sentía con la miel se debe parecer.

No recuerdo el día en que la miel empezó a gustarme. Puede que la tomara en un postre tan tradicional como el "mel i mató" (requesón con miel) o que la esparciese en una tostada de algún desayuno de hotel...algo así debió ser, confieso que aunque me gusta, hasta hace poquísimo no he empezado a descubrir su verdadero atractivo. Y digo empezado porque este va a ser un camino largo: ¡ni siquiera sé cuántos tipos de miel distintos hay!

Siempre he tenido miel en casa ¿será por influjo de esa jarra de barro cocido de mi infancia...? No creo, resulta que comentándolo con los amigos, ¡todo el mundo tiene miel en casa! En una alacena que se precie siempre habrá una lata de conservas, un bote de legumbres, media bolsa de pasta (fideos, probablemente) y ¡un bote de miel! Siempre ahí, como “fondo de armario”. Pero solamente un bote...no dos. Y no será por falta de variedad: en una búsqueda rápida en los estantes de cualquier tienda encontraremos un par de mieles distintas. Si la tienda es más o menos especializada, tendrá cinco o seis tipos para elegir (así de memoria: tomillo, romero, azahar, eucalipto, brezo..castaño...encina...¿alguna más?). Si vamos a una feria artesanal, ahí la cosa empieza a desbordarse y aparecen botes de miel como setas, de todos los tamaños y colores, de todas las plantas de la zona. ¡Y yo con mi bote marca blanca en formato antigoteo!

Antes de empezar con este proyecto nunca había comprado dos botes de miel a la vez. Siempre había comprado solamente uno. Nunca había tenido dos botes de miel distinta abiertos a la vez en casa. Pero entonces Jorge me habló de una “tabla de mieles” como el que habla de una “tabla de ibéricos” y tuve la curiosidad de comparar dos mieles. Comparé el bote marca blanca con una miel de encina que compré para la ocasión y sí, eran distintas. Fue el primer paso de lo que se está convirtiendo en una obsesión.

Si serán distintas las mieles, que he sabido recientemente que se hacen ¡catas de miel! No me lo podía imaginar, es que era algo de lo que no había oído hablar nunca. Se iba a organizar un seminario de cata de miel en Barcelona el mes de julio pasado pero resulta que se canceló y está previsto para el mes de octubre. Me puse en contacto con el "ponente" de esta cata (¡internet es alucinante! ¡le envié un mail y me contestó!) y me contó que tenía publicado un libro "Mieles de España y Portugal, conocimiento y cata". Ahí ya vi que soy una ignorante del tema...lo he comprado y lo estoy leyendo (o estudiando, porque es muy didáctico y tiene una cantidad de información muy interesante). Atención: en el libro vienen descritos 26 tipos de mieles distintas. Yo he nombrado siete. ¿Cuáles más conocéis vosotros?

Id haciendo la lista, porque la cosa no acaba aquí. Resulta que estuve en París y allí fui (no por casualidad, está claro) a "La Maison du Miel". Tienda fundada en 1898. Solamente venden miel y productos relacionados (velas de cera de abeja, pastelitos de miel, cosméticos a base de miel, ¡cerveza con miel!, libros de recetas hechas con miel...). Pues bueno, resulta que tienen cuarenta y dos (42) tipos de miel distintos. Una señora muy agradable (¿quién dijo que los parisinos eran antipáticos?) nos contó que las mieles de su tienda proceden preferentemente de Francia, España e Italia, aunque traen mieles de otros lugares del mundo (nombró Canadá y Argentina). Nos dejó probar cuatro mieles distintas a cada uno. Si alguien acierta qué dos tipos de miel compré allí, está invitado a mi casa a probarlas, cena incluida (espavilad porque solamente tenéis de tiempo hasta el próximo post, en el que os diré de qué son). Solo puedo decir que son buenísimas, sorprendentemente distintas a lo que conocía (que era poco, es verdad) y muy diferentes entre ellas.

A todos os propongo que probéis un par de mieles distintas (si no lo habéis hecho ya) y que os dejéis sorprender por sus diferencias. ¡Ya me contaréis vuestra experiencia!

Nota para todos aquellos que están totalmente convencidos de que no les gusta la miel y que nos habéis dicho “yo no os puedo ayudar porque a mi no me gusta la miel”: me gustaría que nos ayudaseis a hacer un pequeño experimento sociológico, que busquéis en el armario y nos digáis si, a pesar de no gustaros, también tenéis miel en casa. Los más atrevidos, podéis tratar de probarla y contarnos qué es lo que no os gusta: su textura, su olor, su dulzura, que raspa en el paladar...Se admiten cambios de opinión. ;)

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